Mueve la lluvia un ligero destello
molido a palos por el horario y el protocolo
Las muecas de una muñeca binaria,
lúdica, sometida.
Ver que lo que se ve
es un trozo de carne y esqueleto.
Marcha de silencios
en mitad de una calle
y sus viejas noches
se quedan mudas
en el ciclón de las determinaciones.
Haberes de resaca
y sensibilidad a flor de piel,
la fotoestática de la ausencia
en su episodio de sal.
Un muerto premonitorio
Y sus apuestas altas.
Jugarse en pellejo en cada beso
En cada enigma,
En cada amor.
La hoja posterior
que no me atrevo a escribir,
Los versos de siempre
que siempre vuelven
con sus letras toscas.
La realidad es un germen
elocuente, dictador
e implacable,
el ojo de la mujer que
asombra con su asombro
momentáneo.
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