Les he visto recorrer la línea de ingreso a un bus, hablar patrañas y
mierda con bocas que además besan santos y entonan salmos. Les he visto sobrepasar el límite de peso en
un elevador, apresurar la marcha ante un tornado de preguntas, usar corbata y
fustán en ciertos días, recorrer los pasillos de los supermercados con la
gracia de una estampida de potros autistas.
Así deambulan por el tiempo,
llenando aceras y estadios, iglesias y cementerios. Juro
que les he visto dormir, de día y de noche, de tarde, de mañana. Les he visto tejer tragedias y milagros, con
una risita boba y una agenda electrónica.
Aquí suelen venir todos los días, el mundo es completamente de ellos,
completamente perfecto. Todo encaja en
sus palabras, toda palabra les pertenece, toda ciencia y toda justicia, toda
mancha y todo horizonte. Juegan a
deprimirse y a superarse, tienen días específicos para ritos específicos y por
lo general llevan las de ganar, porque son demasiados. Yo
juro que les he visto soñar, hablar de sus sueños, amanecen y anochecen
hablando de sus sueños y de sus logros.
Tienen identidad, nacen, crecen, se reproducen y mueren jurando que el
ciclo es infinito, que el sol sigue su curso.
Y así, progresivamente, dejan huellas trascendentales, legados de huesos
y polvo, manías percudidas de tanto uso, como pasamanos públicos, como urinales
sacros. He leídos sus libros, he
escuchado sus himnos, he recorrido sus mapas, he olvidado sus insultos y sus
halagos. Ellos no tienen la culpa, ellos no saben lo
que hacen, ellos son la mecánica fácil del tiempo, la aclimatación de las
células y sus necesidades básicas, ellos tienen estatuas y deidades, tienen
estirpes y vacaciones.
Ellos deciden siempre, ordenan, reestructuran,
reinventan. Ellos hacen fiestas y tienen
la palabra, eligen a sus líderes, respetan a sus mayores. Ellos hacen trampa y luego la perdonan, ellos
persisten, intuyen, conquistan. Ellos
piden perdón y son perdonados, piden pan y son alimentados, sufren y son
consolados. El mundo no es nada sin
ellos, el mundo gira alrededor de todos y cada uno de ellos, lo juro, les he
visto detenidamente, les he seguido la pista, les he amado y odiado, y también perdonado. Pero ellos vuelven, recaen, remiten, endosan,
apresuran la marcha, aprietan los dientes, sudan, vomitan, cagan, eyaculan,
deconstruyen el universo en un segundo y lo rediseñan a su antojo. Así
son ellos, así tan ellos. Así es su historia,
su lenguaje, su vida, lejos, tan lejos de los otros, tan lejos de los demás. Imagino que ustedes también les han visto.