domingo, 26 de enero de 2014

El dolor que sentimos

El dolor que sentimos, un despertar con los pies helados tiritando, el dolor que sentimos tiene tentáculos y lunas, lunes y soberbias.   El dolor que sentimos, nos siente también con sus deseos, sus accidentes, sus episodios.   El sabor amargo de la tarde encerrada en sus complejos, en sus promesas bobas, en sus tickets falsos de avión.  La bandera en llamas de la patria innecesaria.   Las cavernas llenas de nuestras huellas, estampadas con manos que elaboran y matan, que sangran y ansían.   El dolor no es más que el polvo y el tiempo, carcomiendo nuestra tesis prematura.  Al fondo hay un silencio que depara risas, silenciosas también que deparan más silencio, ruina y desenfado.  El dolor que acarreamos es luz monocromática, reflejada en retinas y en espejos.  El dolor que sentimos es náusea primitiva, desorden de metabolismos salvajes que sostienen ideas primarias, sabores amargos que se repiten con cada cambio de ciclo, con cada vuelta por el álbum de fotografías de una familia de fantasmas.  Este delirio, este sótano, esta selva calcinada es un campo de minas y telegramas, un espasmo que aprisiona los dientes y las lágrimas, conteniéndolas en segundos infinitos.  Esta escalera al infierno, no lleva a ningún infierno, y sus avisos amamantan sueños, sueños que no concuerdan entre sí.  Este dolor que debemos, que somos, este mes mito de Sísifo, estas ruedas rotas y sus tuercas sueltas, este crucigrama ciego con faltas de ortografía.   Su palabra enseguida, su palmadita en la espalda, sus cuentas y notas, sus chistes de mal gusto.  Este dolor es el dolor mismo sintiéndose desnudo, aferrándose a sus huesos, mis huesos, los cadáveres que alimentan a los gusanos.  Este dolor religioso que ensancha las venas y las disuelve, cortando a su paso toda gracia y toda epifanía. Este mismo dolor, universal y prosaico, este incendio en la garganta, sin luna ni lobos.   El mismo que viste y calza, el mismo que me acompaña, el mismo que les habla en este momento.