Una poesía que no vuelve a la vida,
es una perdida terrible.
Una poesía que no trae de vuelta
aquello que fue arrebatado,
es una oscuridad pronunciada para
destrozar la última bombilla que nos queda.
El terror de estar sin estar,
o estar por un instante,
tan solo a la espera.
Esperando ese poema que nos salve,
de nosotros mismos.
Las palabras de las madres
sobre las cajas de pino.
El silencio de los padres y los vecinos
aludiendo, rememorando,
bendiciendo cadáveres
en sus agujeros sin misericordia.
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