POEMA

Dejo el sentido prefabricado de las luces plasma y los asuetos letárgicos del ahora mismo, inmediatamente lejos y como de costumbre trasmitidos 24 por 24. Porque qué carajo es un coyote en el zoológico? Dejo el ámbar y el asfalto, levito sobre letrinas, detengo el tráfico haciéndole la parada a taxis para hacerles la misma pregunta de siempre. Soy un fantasma rutinario que ya no espanta ni sorprende a ninguno. Me diluyo en información sin sentido que viaja sin sentido hacia receptores sin sentido. Y esa antena es un melodrama de 8 a 5 por una eternidad que está más vinculada a la tasa de mortandad masculina en países latinoamericanos. Qué poesía habrá en los ascensores de un edificio público antes de la refacción de las 10 de la mañana, cuando apenas el alma está recibiendo sus primero puñetazos del día? Terrible ver llover cuando la gente no sabe que se está mojando, lo que me da la pauta de que antes que el colapso de los trenes y los sistemas de seguridad de todas las computadoras del mundo llegue, yo estaré petrificado en los vagones tenues de un sótano inquieto prendido en llamas. Ni terrorismo, ni silogismos, ni artilugios, ni equinoccios. Mala sangre y malas costumbres acostumbrando a los genes. Porque los poemas salieron a buscarse a otros autores y el raiting de los ensayistas preocupa a los ensayistas y a los vendedores de seguros, porque hay pocos puentes en una ciudad con tanto suicidas y el imperio se sigue haciendo rico con ese onanismo del bunji jumpimg. Por eso dejo el frigorífico, el tétano, la melancolía. Uno no puede hacerse el pendejo por tanto tiempo, una marcha de zombies rompe el disparate de las 12:55 cinco minutos antes de la libertad, que dura una hora, la del almuerzo. Volver, siempre volvemos al mismo cubículo y nos veremos sin vernos.