lunes, 22 de enero de 2007

soledá


Soledá
Soledá de putas y tumbas celestes,
de juegos grises y calmantes.
La píldora para ver el cielo,
el mango de la cuchilla pecaminosa,
soledá de siempre amarrada a la soledá de nunca.
Los pensamientos obsesivos,
el doctor receta,
cárcel de la lámpara rota

y los zapatos rotos y el mundo roto,
las sonrisas que nos sonríen desde entonces.
Soledá de días y noches y pasta de dientes,

soledá sin nombre...
Soledá de mañana cuando despierte,
cuando todo sea lo mismo,

cuando nada cambie.
Soledá de temblores y con temblores,
soledá de sitios malditos

en donde fuimos malditos,

soledá de lo que me recuerdo

al despertar de madrugada.
Soledá que quise soledá

que amamanté con tragos regalados

en las cantinas regaladas del inframundo gratuito,
que es uno de los estratos más exclusivos.
Soledá sin dientes, con barba, sin logro,
soledá de al menos.
Tarde o temprano soledá y soledá,
con su ritmo alegre,
soledá bulliciosa,

temprana, inmadura.

Soledá sin melancolía pero melancólica
justo cuando entiendo que la soledá

no estaba planificada como la vida y sus soledades,

no tenía plan, ni itinerario

ni línea de teléfono

ni horario, ni gente sola

que anda sola

ni solitarios que

andan solitarios,

llenos de momentos en privado

en donde sólo se está solo

UN RITUAL
como la soledá que es eso,

soledá.

1 comentario:

Vueltegato Editores dijo...

solitario texto, bonita cosa...

soledá que se estaciona en los anaqueles de la historia, también...