miércoles, 26 de enero de 2011

Un poema para ser leído con una banda de rock

Un hombre de pie sin nada que perder sonríe frente otro hombre de pie sin nada que perder, al parecer los espejos se convierten en aeropuertos sin público y los saltos al vacío son parte del espectáculo personal de los delirantes. Un individuo se hace polilla o historia decidiendo lo que al fin y al cabo se ha de decidir por destino. En las calles aplauden a un esqueleto de bronce y en las casas todas las familias sintonizan todos los días a la misma hora, el mismo programa en donde el mismo esqueleto se hace grande por reiteración. Deja Vu! Loop! Deja Vu!

Los pasos dados por un hombre sin rostro, son los pasos no dados por todos los rostros del mundo, la esperanza se cobija con los huesos de los delirantes. Solo en ocasiones especiales saldrán a la calle a realizar memorias en formatos no convencionales. Son actores del momento, y solo se rigen por un comportamiento molecular y por un estado de gracia iluminado por la gran danza de los asteroides y las mariposas. Una masa cotidiana se vuelve loca bajo esta peregrinación de pájaros azules, pero no entiende de su procedencia ni del porqué, aunque a estas alturas del tiempo, ese “porque” sea un “por quién”.

Delirantes, caminantes, especímenes raros, locos, modelos a no seguir, roturas efímeras del stablishment. Señores de sacos de colores pueblan las regiones menos transitadas de la existencia y en silencio cargan lo que el mundo debería cargar, si tan solo las bandadas de pájaros en el verano no fueran invisibles. No fueran invisibles. Deja Vu! Loop! Deja Vu!

Un hombre en llamas camina por la calle principal de un mundo a oscuras, un hombre en llamas toma un momento para saludar a otro hombre en llamas que camina por el otro lado de la banqueta. Un hombre en llamas hace su tarea, deja un memo, corre tras los pájaros invisiblemente azules que emigran hacia los costados de una ciudad cansada y prohibida.

Cansada y prohibida, cansada y prohibida. Una ciudad a oscuras, cansada y prohibida.

Los anteojos oscuros de un hombre sin rostro frente al espejo, sin nada qué perder, son almacenes de fantasmas mal acostumbrados a la procrastinación. Ese deporte legendario de los soñadores que hacen tiempo mientras el tiempo se desvanece en andenes y estaciones de trenes imposibles. El hombre frente al espejo, aún conserva sus anteojos oscuros, y nadie puede o nadie debe ver sus ojos, porque allí está su verdad.

Su breve y minúscula verdad. Su gran misterio, su alma hemisferio de lunas y eclipses. También los pájaros, también los pájaros y su presencia azul invisible.

Un hombre desnudo corre por los pasillos de un edificio deconstruido en sueños. Nadie le ha visto andar por los caminos intransitables de la soledad. El frío se hace leve cuando entre la gente aparece un hombre en llamas y le brinda una instancia de abrazos y cobijo, algunas palabras que están escritas en este manuscrito, pero que no leeré. Algunas frases aparecidas en la memoria, mapeos y señales, rocas y flores, pájaros desquiciados que vuelan al final del horizonte. Deja vus! Y mensajes cifrados en las contestadoras del universo. Gatos amarillos y secretos escritos en tinta china.

Este cielo inmenso es un testigo indomable, sobre la cabeza del hombre en llamas, sobre la cabeza de un hombre en llamas y en silencio. Los sabios han tratado de encontrar las palabras adecuadas para explicarle al resto del mundo sobre las apariciones, los poetas han trabajado incansablemente para dejar un registro, los cantantes olvidaron ya que olvidar también es una forma de representar a la memoria, porque el hombre en llamas no necesita de discursos ni de certámenes de belleza. El tren que toma es un reflejo del mundo y sus declives, las escapatorias de las gentes que tienen que salir a correr tarde o temprano, los hombres sin rostro se siguen observando al espejo, los hombres desnudos hacen fuego en las plazas centrales y un caballo sublime recorre rápidamente el tiempo con sus alas de fuego.

El hombre en llamas hace una señal al vacío, recoge un puñado de tierra, hace las paces con los pájaros invisibles y decide subir al volcán y beber de la teta de su madre, olvidada ya por el resto, como en un Deja Vu! Como en un Deja Vu!

Estas palabras son una sinfonía de silencios, un hasta aquí, un acto azul. La celebración de los huesos andados, de los ojos abiertos, de la sal y las migraciones de pájaros. Un cobijo legendario, unas ganas de todo, un hombre en llamas, un pasillo poblado de memorias. Un canto de hombre en llamas, un deja vu! Un deja vu! Un deja Vu!