martes, 20 de marzo de 2007

sonría que la vida es alegría


Mi sonrisa
a veces no es mi sonrisa,
sólo una placa sostenida
de gestos tardíos.
Olvidando nombres,
pernoctando en cuevas,
resumiendo la existencia
a cada cuarto de hora.
Esta sonrisa de a veces,
no es mía,
si no solamente
la marca última de los silencios que duelen.
Los bordes de un tiempo sin decibeles,
Los prismas de un ojo ciego.
Hay veces que hasta mi sonrisa,
que no es mi sonrisa,
se esconde tras otra
que no es de nadie....
hay veces que nada es seguro
pero todos se carcajean
y esta sonrisa
quizás es solamanete un sueño
de mi sonrisa escondida.
Mi no sonrisa...
Hay veces
solamente a veces,
en que sonreír
es un verbo de actos escondidos.
De lágrimas cobardes…
de silencios que no pueden callarse.
Y yo me desrío
con la última sonrisa
que me queda
la verdadera

cuidado con lo que cuida


Que se permita matar
no es el problema.

La palabra permitir siempre trae consigo
una manera delincuente...
Que tengamos qué...
Que podamos...

Solos ante los mandatos,
frágiles ante los dictados.

con nuestra cátedra de relevos…

Merecemos la palabra sin sentido...
La quema de las antenas...
El antejuicio de los sentidos,
una mañana sin demonio.

arrivererchi


Abrir cansado

el borde de tus ojos cansados,
despertar a cada niña

de tus ojos viejos.
Soliloquiar por cortesía

amenes descorteces
para cerrar el parpadeo de los trenes quietos.
Abrir por costumbre

tus ojos hasta el delirio,
como el asesino de las tranquilidades.
Decirte dos palabras,

una y otra.
Escribirte una posdata y

cerrarlo todo sin chao chaos.

viernes, 2 de marzo de 2007

la nena, la azul, la que tanto nos joroba


La poesía fue entonces un subir de cobre articulado,
anatemas forzando a las horas que perdían el tiempo.
Un arco de blasfemias rotas
y líneas de corte abril marino.
Las palabras venían felices,
algunas tan duras como la palabra hombre,
otras más sutiles como escama,
como lente, como prisma,
no sé, la palabra siempre se escapa,
y se lleva a toda la verdad entre sus líneas.

epale

Ebrio de mundo y banalidades fáciles para pasar desapercibido,
dopado de lágrimas e imposibilidades locas ardiendo en llamas
y una esquina para ver el final o el inicio de cada historia. Hoy,
desquiciado, parapetado, rebelde hasta de mis propias rebeldías,
ansioso de un puñado de nubes blancas y mares abiertos, de un
mañana tierno y rostros dormidos. Ebrio dialogo con mis ecos,
con mis huesos, con mis imágenes robadas y el teléfono roto a
cada instante. Una señal de tiempo renombrado, una cifra de
frentes brillantes bajo el sol. Una epifanía de hombres lobo y
mujeres maravilla. Inquieto, drogado, melancólico, contesto
con señas a las preguntas milenarias de una niña de tres años que
solo quiere encontrar a su madre. Soy y sigo siendo un episodio,
sin trama o con la historia de memoria, una sonrisa de años postreros,
una caminata limpia para las huellas sucias y la vida. Ha! que
segundo se avecina y yo sin lucidez, socio de la modorra de la
civilización. Aumento de peso, de años, de tiempo por los bordes
de la cordura, por los callejones de las zonas rojas, por los gestos
de una madre que no encuentra a su hija de 3 años y no habrán
preguntas, solo personal capacitado y marañas de códigos inquebrantables.

A los desterrados, a los exilados, a los....


Llegar al destierro,
entre aplausos aún tibios y miradas de cortesía,
y el mundo es una rueda pirotécnica.
Llegar al epicentro de la neurosis
y descubrir que todo gira
en torno a una nada voluntaria,
y fantasmas
y letanías con la boca llena.

Nadie remite, nadie permite,
solo un esqueleto nos dará la palabra precisa.
Sólo un dinosaurio de roca
fundido en mitad del abandono.

He visto sus rostros,
congelados a media tarde,
he visto sus huellas dormidas en la melancolía.
Y he llegado al destierro
que es el abrazo más cansado y nervioso.
Los gestos no importan más
en esta vitrina de moribundos,
el infierno es un contrato perdido,
una manga más larga sin cura,
la más desquiciada amonestación.

Anonimus


Ya no soy yo el que escribe,
es el etcétera inmiscuido en mis palabras.
Es el bis acostumbrado a la gloria,
un loft y algunas malas costumbres
caras por lo general…

Ya no soy yo el que escribe.
Estas seguramente
son palabras de alguien más,
de alguien que vive mi vida
y saca a pasear a mi perro
a mis hijos, a mi mujer.

Ese que juega a aburrirse,
a buscarse un traje nuevo, una vida mejor…
Alguien que tiene un nombre
Y una dirección postal,
Alguien que viaja en aviones
Y firma las contraportadas y los cheques.

Alguien que habla de poesía
Mientras los muros se caen,
Los rostros se caen,
Los ecos se mueren
Y las letras,
estas que me acompañan
son acosadas por el mundo
mientras yo desaparezco.

Seré la permanencia voluntaria de los que conservan una bala nueva en el cajón, sin uso, sin memoria, sin trampas de tiempo y pensares ilusorios que te arrullan de noche. Seré la melancolía sonriente de unos cuantos, la melodía muda del estado noche, de la maleta vacía, de la casa para siempre. Una carretera sin señales que lleva a los conductores nocturnos. Una luz de 100 vatios. La mañana y sus vestigios, la polilla y sus cosquillas. La manga firme y la mano asegurada en un bolsillo, no hay frío, solo un brazo que aguarda el tiempo preciso de los creyentes

jueves, 1 de marzo de 2007

The Girl from Inglaterra

Digo viento,
y el planeta entero
se vuelve papalota
sin niños hilando.
Digo mundo
y todo se nubla,
como si apagara el significado
con una distracción de palabras.
Digo poesía
y apareces con una tasa de café
y una sonrisa ...
y yo entiendo
que no necesito de las palabras
para nada.

alli va, alli va, alli va, alli va...


Allí va la vida con sus rostros deslumbrados,
las búsquedas amarillas de la ansiedad y sus promesas,
las maletas de los divinos que andan a pie

y la locura de las niñas que esperan.

Nada está quieto,
ni siquiera el sol y sus visiones de cortesía.
Y allí van mis delirios vanos,

mis rutinas de sonrisa y pie de atleta.
Allí va la chica de los vestidos rasgados

y la tarde que la sigue hasta el final del meridiano.

Allí van los guardias silenciosos

que nos arrebatan hasta la melancolía,

allí van los caballos salvajes de un cuento de vaqueros,

allí van las torturas del día y los patines sin uso.

Allí voy yo también con el traje planchado,
mi resaca tortuosa con su maravilla de apego y mea culpa.
Allí va un cúmulo de lágrimas empaquetadas,

un cerrojo sin llave y un esqueleto que ríe frente a otro.

Allí van los peces, los cohetes, los programas para niños,

el malecón sin playa y los ojos sin visión.

Allí va la vida haciéndose la difícil

y yo que me dejo,

la sigo con el seño

de los que creen que se ven interesantes