
De otros poemas está hecha la historia, 
de las palabras sueltas que no cabían en los libros, 
de silencios entredichos o de condenas migratorias 
que se volvían tachones o memorias elucubradas 
sin sentido en una noche sin trama.
Las líneas abiertas de las personas sin quehacer. 
El pecho cerrado o la falta de respiración, 
los antihéroes caminan lentamente 
en el borde de las denominaciones 
y sus musas arrancadas sin espera 
no esperan por ellos en el clímax de la historia. 
Quedan cosas inconclusas, 
palabras que no diremos jamás, 
verbos sin uso y pasajes sin moraleja. 
Allí una fábula sin animales, ni criaturas míticas, 
el lápiz vulgar que se hace divino por repetir, 
seducir al silencio, 
escapar de la página en blanco 
que nos aleja cada vez más de la realidad calma. 
Rascarle las costras al lenguaje, sacarle punta al lapicero,
abrir la boca sin abrirla 
esperando a una centena de hombres lobo 
que nos escuchan y nos entonan. 
El ejército de los niños de los ojos abiertos 
que tienen hambre de verdad 
o el apetito voraz de los que leen y subrayan. No lo se,
habría que preguntarle a un poeta.