jueves, 18 de enero de 2007


Diminuto como simio anciano,
caduco a veces como el momento mismo...
Hago parsimoniosas figuras con una mano abierta en la nada.
Soy celeste marchito,
nebulosa prismática indolora.
El más terco de los muertos con su gabardina arrugada.
Aquí mis huellas de cristal cortado,
sepultadas en el anonadado trance siniestro,
las evidencias cumplen su función,
los guardias se aprovechan de los infantes.
Un mundo afuera y mi silencio es de hielo dócil,
pero hostil.
No esperes ansias aclimatadas,
ni bosques tiernos al verme,
hay un dinosaurio ardiendo en llamas
tras la mirada de niño.
Soy y seré de los enigmas
el más lluvioso artefacto,
mis nubes acarrean sonoridad y
pregunta, no te inquietes de pronto,
si las láminas se vuelven locas
de repente.

1 comentario:

Vueltegato Editores dijo...

sonoro, lacrimógeno, diminuto y solemne...