miércoles, 21 de febrero de 2007

paciencia chicos

Las letras de los desesperados tienen un aire de neumático,
un vaho de silencio lleno de escándalos
y roces secretos sobre los cubrecamas
de habitaciones continuas que no continúan.
Las palabras arrancadas
de la modorra incoherente de los desesperados,
tienen manchas amarillas que cubren el miedo
y relámpagos que suenan en off
y llueven sin aviso
mientras alguien alcanza a leer la palabra ventana
escrita con celeste en el blanco seco de una bond de 60 gramos.
Y estas palabras que forman el prólogo prematuro de los desesperados
ya no tienen balas, ni espacio para detonaciones.
Todo queda reducido a respiraciones que recobran el ritmo
y lo pierden de nuevo.
Los desesperados llueven con la lluvia
y jamás encuentran la prenda seca que los cobija del delirio.
Esas palabras tienen un peso de cadáver,
una fragmentación de verborreas fragmentadas,
una reiteración de imágenes moribundas
que persisten en recobrar el aliento.
Los espectros de los desesperados son predadores simples masticando
el tiempo, los muros, las ideas, los presagios.
Predadores ciegos que comen en la misma mesa sin cubiertos,
los ángeles se suicidan sin nota, los peces no se multiplican,
los vientos arrastran mares extranjeros,
orillas de mundos que no concuerdan.
Los desesperados hablan solos, ríen solos, mueren solos
y solos con sus palabras, a veces anotadas, a veces a salvo,
tienen algo último siempre que decir,
aunque ni siquiera lo mencionen…

1 comentario:

Vueltegato Editores dijo...

los ángeles se suicidan sin nota, los peces no se multiplican...

dos grandes verdades, bro...